Primer Cuento

El hombre pobre y el hombre rico.

Hace mucho, mucho tiempo… pero que mucho tiempo… sucedió que había un hombre pobre que vivía con su esposa y dos hijos, en una casita, en el campo y eran felices con lo que tenían.

Cerca de su casa, en una casita vivía un hombre rico que también tenía esposa y dos hijos.

El hombre pobre tenía un árbol cerca de su casa y le gustaba sentarse a la sombra del árbol.

El árbol era muy bonito tenía hojas muy verdes, muchas ramas y un nido con tres polluelos.

Al hombre pobre, le encantaba mirar a los polluelos.

Un día uno de los polluelos jugando en el nido con sus hermanitos, resbaló del nido y cayó a tierra.

¡Menudo golpe que se dio!

El pajarito piaba desde el suelo:” Piooo… piooo… piooo”. – [Que quiere decir “ayuda, ayuda” Pues como sabéis los pajaritos también se comunican entre ellos].

Como íbamos diciendo, el pajarito se había caído del nido y estaba en el suelo piando (llorando)… entonces el hombre pobre lo recogió del suelo… y se dio cuenta de que tenía una patita rota. 

Lo llevo dentro de su casita y le curó la patita, con una venda pequeña.

Luego cogió una escalera, lo subió al árbol y dejó al pajarito en el nido y le dijo: “¡Ten cuidado y no te vuelvas a caer!”.

El pajarito le dio las gracias diciéndole: “Pio… pio… pio”.

El pajarito se curó y al poco tiempo salió volando y se alejó del nido.

Un día el hombre pobre estaba dentro de casa, cuando un pajarito entró por la ventana, con un saquito que traía en las patitas… era una Hada disfrazada de pajarito y podía hablar… [pues como sabéis todas las Hadas pueden hablar independientemente de la forma que tengan].

La Hada le dijo al hombre pobre: “Soy la Hada del bosque, del pajarito que se cayó del árbol donde tenia su nido.  Toma este saquito de semillas siémbralo y espera a ver que es lo que pasa.

El hombre pobre le dio las gracias a la Hada y al día siguiente sembró las semillas.

Pasados los días y las semillas se convirtieron en espigas, pero eran unas espigas mágicas, eran de oro.

Así que recogió todo el campo con todas las espigas de oro, las metió en unos sacos y las guardo en su casita.

Así, es como el hombre pobre se volvió rico.

Pasado un tiempo su vecino rico, que era muy envidioso, le hizo una visita. El vecino rico le dijo: “¿Cómo es que hasta hace poco eras pobre y ahora eres rico? ¿Me lo puedes explicar?

El vecino que antes era pobre pero un hombre bueno le dijo: “Verás, estaba sentado debajo de este árbol y un pajarito se cayó del nido. Lo entré en casa y le curé la patita vendándosela. Y luego lo dejé en su nido. Al poco tiempo después el pajarito regresó con un saquito y me dijo que plantara las semillas. Las sembré y nacieron espigas de oro. Y desde entonces soy rico”.

El hombre rico envidioso se despidió de su vecino y mientras iba caminando para su casa, iba pensando en cómo hacerse más rico.

Al llegar a casa el hombre rico se dirigió a un árbol que tenía cerca de su casa y que además tenía un nido con dos pajaritos. Cogió una silla, se sentó debajo del árbol y espero a que cayera un pajarito. Esperó y espero, pero pasaron unos días y ningún pajarito se caía del árbol.

¡Aunque él los veía jugando y piando en el nido!

Así, que se cansó de esperar e ideó un plan. Cogió una escalera, subió hasta el nido, cogió un pajarito – con dos dedos – lo saco del nido y lo soltó al vacío mientras decía: “¡Hay, qué mala suerte, pobre pajarito, se ha caído del nido!”.

El pajarito piaba desde el suelo :”Piooo… piooo… piooo”. – [Que quiere decir “ayuda, ayuda” Pues cómo sabéis los pajaritos también se comunican entre ellos].

El hombre rico se bajó de la escalera y cogió al pajarito que estaba en el suelo y le dijo: “¡Oh! Pobre pajarito que mala suerte. ¿Te has caído del nido? No te preocupes yo te curaré”.

El hombre rico lo entró en su casita, lo curó y le vendó la patita. Seguidamente subió a la escalera que estaba sujeta al árbol, dejo en el nido al pajarito y le dijo: “¡Ten cuidado al jugar con tu hermanito pajarito!¡No te vayas a caer otra vez!

El pajarito le dio las gracias diciéndole: “Pio… pio… pio”.

El pajarito se curó y al poco tiempo salió volando y se alejó del nido.

Un día el hombre rico estaba dentro de casa, cuando un pajarito entró por la ventana, con un saquito que traía en las patitas… era una Hada disfrazada de pajarito y podía hablar… [pues como sabéis todas las Hadas pueden hablar independientemente de la forma que tengan].

La Hada le dijo al hombre rico: “Soy la Hada del bosque, del pajarito que se cayó del árbol donde tenía su nido.  Toma este saquito de semillas siémbralo y espera a ver que es lo que pasa.

El hombre rico cogió las semillas, y rápidamente las sembró y puso una silla delante de su campo para ver como crecían.

Pasaron los días y las semillas salían muy poco a poco. El hombre rico se impacientaba y las regaba y las regaba de día y de noche para que crecieran más rápido.

Pasaron muchos más días y las espigas – por fin – empezaron a salir y el hombre rico se dijo: “¡Al fin seré más rico!”.

Las espigas empezaron a salir y efectivamente, al principio eran de oro, pero poco a poco se fueron convirtiendo en espigas negras como el carbón. El hombre rico no salía de su asombro pues él creía que había hecho lo mismo que su vecino.

Poco a poco las espigas negras iban soltando un humo negro y una nube grande empezaba a cubrir todos sus campos y su casa. De repente, en medio de la nube apareció una bruja montada en su escoba y le dijo: “¿Creías que te harías más rico?¡Por haber soltado el pajarito del nido haciéndole sufrir, todo lo que tienes te lo voy a quitar! ¡No puedes ir haciendo daño a los pajaritos ni a nadie! ¡No mereces las riquezas que tienes!”.

La nube negra se convirtió en huracán y fue llevándose la casa, el ganado y todo cuanto tenía, menos a su esposa y sus dos hijos.

Así, es como el hombre rico se convirtió en pobre.

Su vecino que era bueno se enteró que se había quedado sin casa y sin nada y le ayudo a construir una casa nueva para que pudiera seguir trabajando en el campo.

Los vecinos se hicieron amigos y se ayudaban mutuamente.

Un día, el vecino bueno, tenía que ir a la capital para comprar maquinaria para el campo y no podía llevar a sus dos hijos así que le pidió a su vecino que si quería cuidar a sus dos hijas y de paso cuidar también de su oro durante tres días.

– “Sí, por supuesto. Tú déjamelo todo que yo te lo cuidaré. ¡Puedes irte tranquilo a la ciudad! – dijo el vecino.

El vecino bueno se fue a la ciudad y a los tres días regresó. Se dirigió a la casa de su vecino a recoger a sus hijas y el saco de oro. Las niñas cuando vieron a su papá y a su mamá saltaron a sus brazos llenos de alegría. El vecino bueno le dio las gracias por haber cuidado de sus hijas y le pidió el oro.

– “Verás no sé cómo decírtelo, pero el saco de oro que me dejaste se fue convirtiendo en arena.” – Le dijo el vecino mientras le entregaba un saco de arena.

El vecino bueno le dijo: “No te preocupes. ¡Qué le vamos a hacer! Si es así, así debe ser, lo importante es que mis hijas están bien. ¡Gracias por cuidarlas estos días!”

Y se fueron con el saco de arena para su casa.

Pasaron muchos días y el vecino bueno que ahora volvía a ser pobre, comprobaba que su vecino cada día era más rico.

Un día el vecino rico y avaricioso le pidió a su vecino pobre si le podía cuidar a sus hijos durante diez días ya que él tenía que ir a la ciudad por unos asuntos de negocios. El vecino aceptó el encargo.

Entonces el vecino pobre y bueno le quiso dar una lección pues sabía que se había quedado con su saco de oro. Se fue al pueblo de al lado y pidió prestado unos monos. Los monos cuando se les decía una palabra mágica, salían corriendo y abrazaban a las personas que entraban en la casa.

Pasaron los días y el hombre rico y avaricioso llamó a la puerta. Al oír los golpes los niños se escondieron en una habitación.

El vecino pobre y bueno, abrió la puerta y se encontró con su vecino y su esposa: “¡Pasad, pasad! ¿Cómo ha ido el viaje?”.

-“Muy bien! Veníamos a recoger a nuestros hijos”. – Dijo el vecino rico.

– “Bueno verás, no sé como decírtelo. Pero a los niños empezaron a salirle pelos y empezaron a cambiar. Mira en lo que se han convertido” – Dijo el vecino pobre, señalando a los monos que estaban sentados en unas sillas.

El hombre pobre dijo la palabra mágica y los monos saltaron a los brazos del vecino rico.

La madre empezó a llorar y dijo: “La bruja nos ha castigado por habernos quedado con el saco de oro”.

Entonces el vecino bueno les dijo a los niños que ya podían salir de la habitación. Estos abrazaron a su padre y a su madre.

El vecino rico y avaricioso comprendió la lección y dijo: “Siento mucho haberte mentido. Ahora te traeré el saco de oro y te lo devolveré, pues reconozco que es más importante los seres que me rodean que la riqueza”.

El vecino pobre y bueno le dijo: “Si has aprendido esta lección no hace falta que me devuelvas todo el oro. Devuélveme solo la mitad y la otra mitad te la puedes quedar. Así los dos seremos ricos”.

Y así lo hicieron y fueron amigos para siempre ayudándose en todo.

A partir de ese momento las dos familias fueron felices por siempre jamás.

Y colorín colorado… este cuento se ha acabado.

Moraleja para el que cuenta el cuento… todo es impermanente y compartir es más que riqueza, es Abundancia.

***


2 commentarios

Rosana · 09/10/2019 a las 20:48

Bonito cuento, 😉

Alicia · 21/10/2019 a las 18:24

Un cuento precioso!! Mi favorito sin dudarlo . 😘

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